martes, 30 de noviembre de 2010

La familia y uno más. La alegría de un nuevo hermano


Con motivo del nacimiento de mi última hija me han venido a la cabeza aquellas películas españolas de los años setenta, de las que apenas recuerdo escena alguna y sin embargo, permanece en mi memoria su claro mensaje: la alegría de las familias numerosas. A pesar del mayor trabajo, del esfuerzo económico, de los inevitables disgustos,...: un hijo más es siempre un regalo. ¡Cuánto ganaría la sociedad si nos lo creyésemos!

Ocurre con frecuencia que los niños te ayudan a ver con claridad las grandes verdades. No negaré que cuando un matrimonio que ya tiene varios hijos descubre que va a tener otro siente la lógica preocupación: nuevos desvelos, más gastos, uno más a quien dedicar tu escaso tiempo,...Sin embargo, mis hijos, desde el primer momento tenían claro lo que significaba la llegada de un hermano: una alegría enorme, desbordante, contagiosa. Les faltó tiempo para descolgar el teléfono y comunicar la noticia a familiares y amigos. Ninguno comentó que ahora tocaremos a menos, cuando haya postre especial, por ejemplo, aunque saben por experiencia que así será.

Con razón se dice que la familia es la mejor escuela de virtudes. El hecho de esperar un hermano es una ocasión magnífica para que un niño crezca en optimismo, en generosidad, en agradecimiento,...Aprenden de modo natural a salir de si mismos. Incluso intentan portarse mejor, porque “mamá va a tener un bebé y necesita descansar” –aunque el propósito no les dure demasiado tiempo–.

Las convicciones que deseas trasmitir a tus hijos, para que las hagan suyas y sean los pilares de sus vidas, las entienden en toda su profundidad sin necesidad de grandes discursos: la grandeza de la persona humana, el carácter sagrado de la vida desde el primer momento de su concepción,...Sienten por el hermanito que está “en la tripa de mamá” una admiración y un respeto que sin duda influirá poderosamente en sus vidas. Tienen la seguridad de que ellos fueron igualmente queridos desde que sus padres supieron de su existencia, y que se esperó su llegada con la misma ilusión. Y ese convencimiento les ayuda a desarrollar una personalidad serena y equilibrada.

A veces me preguntan si un niño que tiene muchos hermanos no se sentirá menos querido, por no poder recibir la misma atención que un hijo único por parte de sus padres. Yo sonrío al imaginar a mi hija pequeña concediendo una entrevista a quienes piensan así. Tiene pocos meses, así que aún no habla, pero por su perenne sonrisa no hay duda de que le encanta tener a toda la familia alrededor. Se pegan por cogerla en brazos, por ponerle el chupete, por darle el biberón. Incluso alguna vez corre el riesgo de ganarse un chichón, pero eso no parece importarle demasiado. Está claro que es una bebé superfeliz rodeada de una familia ciertamente ruidosa.


Bautizamos a Beatriz cuando tenía pocos días. Fue una ceremonia sencilla, seguida de una merienda familiar. Era llamativo lo contentos que estaban sus hermanos, especialmente los mayores, que fueron los padrinos, y lo conscientes que eran, a pesar de sus pocos años, de la importancia de ese acontecimiento. No hizo falta un banquete, ni una sesión previa de compras, ni ropa de marca. (El padrino había pedido a los reyes una corbata, en previsión del evento).

Y es que la sobriedad juega un papel esencial en la formación de los niños. Crecen más libres, más espabilados, más capaces de disfrutar de las cosas pequeñas y de las ocasiones importantes.

La experiencia demuestra que el mejor legado que podemos dejar a los hijos es enseñarles a querer, y una forma estupenda de aprenderlo es a través del cariño de sus hermanos.

Patricia Gómez Garay
Licenciada en químicas.
Post grado en Matrimonio y familia.
Directora de formación del grupo educativo Coas.
Vicepresidenta de Cofab.
Madre de familia numerosa
Extraido de Catholicnet

domingo, 7 de noviembre de 2010

ABIERTOS A LA VIDA



Muchas parejas de esposos, siguiendo la mentalidad materialista y hedonista reinante en el mundo, procuran tener uno, o máximo dos hijos. Para ellos lo único importante es disfrutar de la vida y gozar de todas las comodidades y placeres posibles. Por esto, planifican el tener sus hijos como si se tratara de comprar un coche o una casa. Se pesan los pros y los contras, como si estuvieran rellenando la hoja de un balance de empresa. Si el balance es positivo, es el momento de tener el hijo; si no, debe esperar.

Por otra parte, sólo quieren tener hijos sanos. De ahí que sea tan frecuente hacerse la prueba del líquido amniótico para ver si va a nacer sano; en caso contrario, de acuerdo con los médicos, se lo aborta con total tranquilidad como si se tratara de un montón de carne y no de un ser humano. Y en el caso de que, en contra de lo previsto, naciera enfermo, muchas parejas lo dejan morir de hambre o simplemente le dan el biberón con un barbitúrico (veronal) en dosis mortales o le inyectan potasio o le retiran la sonda nasogástrica. Y, en el mejor de los casos, los abandonan o los entregan a una institución estatal o privada, que cuide de estos niños enfermos.

Un caso famoso ocurrió en Italia. Una mujer recurrió al aborto terapéutico, aprobado por la ley, para abortar a su hijo de 22 semanas, después que los médicos le diagnosticaron una malformación inexistente. Esto ocurrió en Florencia, en el hospital Careggi, el año 2007. El niño nació totalmente sano y murió a las pocas horas. Pero ¿cuántos niños habrán muerto así por errados diagnósticos? Conozco varios casos en los que los médicos les decían a sus madres que debían abortar, porque el niño nacería enfermo y, después de aceptar con fe la voluntad de Dios, resultó que nacieron totalmente sanos. Los médicos pueden equivocarse, pero también Dios puede hacer milagros, cuando se lo pedimos con fe.

Los hijos no son un estorbo y, mucho menos, un castigo de Dios, aunque estén enfermos. Siempre son un regalo de Dios. Por eso el Papa Juan Pablo II decía:

La Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está a favor de la vida. Por esto, la Iglesia condena como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia todas aquellas actividades de los gobiernos y otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por tales autoridades a favor del anticoncepcionismo e, incluso, de la esterilización y del aborto procurado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que en las relaciones internacionales la ayuda económica, concedida para la promoción de los pueblos, esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado .

Los medios de comunicación son con frecuencia cómplices de esta conjura contra la vida, creando en la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida .

El mismo Juan Pablo II les decía a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de Denver (Colorado), el 15 de agosto de 1993: Defended la vida. Cristo os necesita a vosotros para iluminar el mundo y mostrarle el sendero de la vida. Poned vuestra inteligencia, vuestros talentos, vuestro entusiasmo, vuestra compasión y vuestra fortaleza al servicio de la vida. No tengáis miedo... La vida es más poderosa que las fuerzas de la muerte, la verdad es más poderosa que las tinieblas, el amor es más poderoso que la muerte. ¡Ay de vosotros, si no lográis defender la vida! La Iglesia necesita de vosotros para hacer que el Evangelio de la vida penetre en el entramado de la sociedad.

Extraído de Catholicnet

jueves, 4 de noviembre de 2010

Familia numerosa

La gloria de la familia es su fecundidad. Que un hombre y una mujer se una para ser felices y satisfacer sus pasiones no entraña ninguna nobleza especial, pero que una sus vidas en vistas a una obra que los trasciende, poniendo en el mundo a otros hombres que continuarán la tradición que ellos a su vez recibieron de sus padres, y que el fin de su matrimonio consista en la creación del ambiente mas favorable al nacimiento y educación de los hijos, eso da al matrimonio una nobleza tal, que ennoblece a los que a él se consagran.

Las familias numerosas contribuyen a la unión de los esposos y a la educación de los hijos. Esto es discutido por algunos sociólogos, pero para demostrarlo reproduciremos las conclusiones de algunos estudios científicos al respecto.

Un médico americano confirmó todo eso de manera clara al estudiar los éxitos escolares obtenidos por 1700 estudiantes de la Universidad de Yale graduados durante el período 1922-1926. Halló un paralelismo sorprende entre el trabajo realizado y el número de hijos de la familia a la que pertenecía cada uno de los individuos observados. La media más débil se encontraba entre los hijos únicos, la más elevada entre los que pertenecían a familias de seis o más hijos.

Eso no sólo se verificaba en el trabajo propiamente escolar, sino en todas las demás actividades artísticas, sociales y deportivas, que tan destacado lugar ocupan en el programa de las universidades americanas. Con ello demostró la falsedad del prejuicio según el cual los hijos de familias reducidas triunfan más que los de familias numerosas; la verdad es exactamente lo contrario. "Observación interesante: las cargas sobrevenidas por la educación una familia numerosa no parecen haber comprometido para nada las posibilidades de éxito de sus padres.

Entre un gran número de antiguos estudiantes de Yale reseñados en la estadística del doctor Huntington, hallamos que los que tuvieron las carreras más brillantes tenían por término medio triple número de hijos que los demás. Así se destruye otro prejuicio tan menudo explotado por los partidarios del Birth Control: el padre de familia numerosa, especie de esclavo encadenado al servicio de la especie, cuyas exigencias le impedirían alcanzar el éxito que su valor y sus aptitudes le prometían (De Guchteneere, La limitation des naissances. p. 105). Los numerosos estudios que se han venido haciendo en Estados Unidos acerca de la cuestión han matizado la opinión sin modificar por ello la posición fundamental. El desarrollo más normal del niño se ve favorecido por el hecho de crecer junto con otros niños" (Baber, Le Mariage et la Famille, p. 306). G. G. Sticker, oponiéndose al neomalthusianismo y a las calumnias lanzadas contra la familia numerosa, canta las alabanzas de la misma, quizá en un toque ligeramente exagerado.

Sin embargo, los hechos por el admitidos refutan por lo menos el prejuicio de la inferioridad de la familia numerosa, "Los médicos -dice dicho autor- no admitimos que sean más fáciles educar e instruir uno o dos hijos -que por lo mismo resultarían de mas valor para la humanidad-, que toda una familia de hermanos que deban repartir entre sí el amor y el cuidado de los padres, el pan de cada día, los juguetes, la instrucción. los medios de formación y la herencia. "De sobra sabemos, en efecto, los defectos y los sufrimientos de los hijos únicos, alimentados con excesiva precaución, demasiado cuidados y arreglados.

Siempre acompañados, amonestados, elogiados, censurados, rodeados de cientos de prohibiciones. El hijo único es el centro, continuamente admirado y torturado de su ambiente, en vez de ser una parte sin importancia, pero protegida, del mundo entero. Sin verdaderos rivales, no puede medir sus fuerzas con iguales en movimientos y juegos, en gracia e invención, aprende con dificultad y mal a adaptarse a los demás y poner en común con los demás las alegrías, trabajos y tareas. Si se trata de un chico, se vuelve miedoso, cobarde, terco, egoísta y quiere siempre tener razón.

En el hogar propio es petulante y sabihondo, y la vida tiene que enseñarle su falta de defensa y de fuerza, aprendiendo con dificultad y malos tratos lo que en una casa llena de hijos se aprende tan fácilmente por la mutua educación, es decir: la educación compleja de las cualidades y las energías, el ejercicio a fondo de las capacidades; con independencia y responsabilidad propia, paciencia probada en la superación de las resistencias y del mal comportamiento de los demás, el reconocimiento sin rencor de los méritos y esfuerzos de los demás, de la propiedad ajena, en una palabra, de los deberes sociales: transigencia, generosidad, liberalidad.

El profesor Lockermann ha estudiado a ascendencia de 200 hombre célebres. encontrando que sólo 8 de ellos eran hijos únicos; en cambio 42 provenían de familias que tenían de 2 a 4 hijos. y 150 de familias con más de 5 hijos. Las listas de hombres y mujeres célebres hijos de familias numerosas no pretenden demostrar, naturalmente, que tales hombres sólo pueden nacer familias numerosas o que todos los hijos de tales familias deban ser genios.

Pero estos ejemplos demuestran, sin lugar a dudas, que las familias numerosas sólo con proporcionarles condiciones de vida adecuadas, constituyen ambiente propicio para talentos excepcionales. muy al revés de lo que quisieran hacernos creer las habladurías de ciertos literatos y sociólogos (a menudo muy egoístas). La ruina de muchas familias numerosas no tiene su causa en la falta de energías educadoras, sino en las adversas condiciones sociales, económicas y de vivienda, que conducen a un ambiente amargo, lleno de preocupaciones, al agotamiento de la madre, a la borrachera del padre y al descuido de los hijos.

Algunos autores, al estudiar grupos de niños delincuentes de la misma edad y el mismo origen, han observado que los delincuentes provienen de familias más reducidas que los no delincuentes, y contienen una proporción más elevada de hijos únicos y una menor proporción de hijos menores (Folsom; La Famille, p. 331). Sin embargo, parece que la inferioridad de los hijos únicos tiende a disminuir debido al hecho mismo de su multiplicación. Según las investigaciones hechas en América. se cree que hacia 1700 sólo había un 1.8% de familias completas (con la madre de cuarenta y cinco años o más) con un solo hijo, mientras que en 1914 se elevaban a un 18% (Baber, Le Mariage et la Famille, p. 304).

Los métodos de educación se adaptan también a la nueva situación. El niño de hoy, que no tiene compañeros de juego en su casa, pasa más la vida fuera del hogar. Sin embargo, los autores están de acuerdo en señalar que el hogar desempeña un papel importante en la formación del niño. Desde el punto de vista familiar, la familia numerosa es la familia sana.

Extraido de aciprensa

Los que se niegan a tener muchos hijos no saben de lo que se pierden...