lunes, 20 de octubre de 2008

El amor en familia: conocer


Formar a nuestros hijos en la afectividad es ayudarlos a desarrollar su capacidad de amar. El amor se transmite principalmente en la familia.


LA FAMILIA


"La familia es una íntima comunidad de vida y amor" cuya misión es "custodiar, revelar y comunicar el amor" con cuatro cometidos generales (Familiaris Consortio):
*Formación de una comunidad de personas *Servicio a la vida *Participación en el desarrollo de la sociedad *Participación en la vida y misión de la iglesia
Aprender a Amar
La capacidad de amar es resultado del desarrollo afectivo del ser humano durante los primeros años de su vida. El desarrollo afectivo es un proceso continuo y secuencial, desde la infancia hasta la edad adulta.
La madurez afectiva es un largo proceso por el que el ser humano se prepara para la comunicación íntima y personal con sus semejantes como un Yo único e irrepetible; y que debe desencadenarse al primer contacto del niño con el adulto perpetuándose a lo largo de su existencia.
A pesar de que el hombre fue creado por Dios con una capacidad innata para amar, el crecimiento y la vivencia del amor se realiza a través de la experiencia que el hombre va adquiriendo a lo largo de toda su vida. En el contexto individual de cada persona, esta experiencia se ubica en su familia.
En la familia es donde se hace posible el amor, el amor sin condiciones; los padres que inician la familia con una promesa de amor quieren a sus hijos porque son sus hijos, no en razón de sus cualidades. "La familia es un centro de intimidad y apertura".
Es en el seno familiar donde cultivamos lo humano del hombre, que es el enseñarlo a pensar, a profundizar, a reflexionar. Es en el ámbito de la familia donde el hombre aprende el cultivo de las virtudes, el respeto que es el guardián del amor, la honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud, etc. La familia nos invita a ser creativos en el cultivo de la inteligencia, la voluntad y el corazón, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad preparados e íntegros. El amor de la familia debe trasmitirse a la sociedad.
La familia es el primer ambiente vital que encuentra el hombre al venir a este mundo y su experiencia es decisiva para siempre.
"La familia, dice Juan Pablo II, es la primera y más importante escuela de amor". "La grandeza y la responsabilidad de la familia están en ser la primera comunidad de vida y amor, el primer ambiente en donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios".
Todo se relaciona con el misterio del Padre que nos ha creado por amor y para que amemos. Nos ha hecho a su imagen y semejanza, todos somos hijos suyos iguales en dignidad. Para revelarnos su paternidad de amor "nos hace nacer del amor" de un hombre y de una mujer e instituye la familia; ella es el lugar del amor y de la vida, o dicho de una mejor manera: "el lugar donde el amor engendra la vida".


Amor conyugal, modelo de amor para los hijos.


"La familia es la primera y fundamental escuela de sociabilidad, como comunidad de amor encuentra en el don de sí misma la ley que le rige y le hace crecer. El don de sí que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad representan la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad"(Familiaris Consortio)
Alguien dijo que "se puede procrear fuera de la familia, pero sólo en familia se puede educar", y educar para amar sólo se puede en el ámbito de la familia: amando. El ejemplo es el mejor método para educar; hay una frase que dice "Lo que eres habla tan fuerte, que no oigo lo que me dices". Qué nos ganamos con decir, o pretender demostrar, amor a nuestros hijos, lo que importa es lo que ellos ven en la forma como tratamos a nuestro cónyuge.
Tenemos que entender claramente que no hay nada que eduque más y mejor a los hijos que el ejemplo de amor que ven en sus padres como pareja. Para realmente poder amar a nuestros hijos tenemos primero que amar a nuestro cónyuge.
El amor, factor de desarrollo de los hijos
El otro aspecto fundamental de la influencia del amor, dentro de la familia lo encontramos en el desarrollo de la persona, más particularmente, de los hijos.
Cada familia, aun sin pretenderlo crea un ambiente (de amor o de despego y egoísmo, de rigidez o de ternura, de orden o de anarquía, de trabajo o de pereza, de ostentación o de sencillez, etc.) que influye en todos sus miembros, pero especialmente en los niños y en los más jóvenes.


CONOCER


Amar es buscar el bien integral del otro. El que ama y sólo el que ama, conoce bien a la persona amada, porque la conoce no sólo como aparece sino como es por dentro, y más aún conoce "su posible", aquello que puede y "debe" llegar a ser. Como dice Paul Valéry "lo que es más verdadero de un individuo, lo más de él mismo, es su posible, lo que puede llegar a ser".
Partiendo del hecho de que el hombre "es un ser en proceso" pensemos que es en la familia donde más va a avanzar dentro de este proceso. Así podremos valorar la trascendencia de nuestro amor a los hijos. Nuestro amor será responsable de que ellos alcancen la estatura que deben llegar a tener, en todos los aspectos de su persona.
El que ama no sólo conoce lo que la persona amada puede llegar a ser, sino que "le ayuda a ello", le ayuda a que desarrolle todas las potencialidades que tiene y que muchas veces ignora, le ayuda a que sea lo que puede llegar a ser.


CONFIAR


La psicología afirma que el afecto estimula el aprendizaje y desarrolla la inteligencia gracias a la sensación de seguridad y confianza que otorga y que se desarrolla lentamente a través de la infancia, la niñez y la adolescencia.
La persona humana que está siempre en proceso de irse haciendo, es un ser con cierta dosis de inseguridad. El que se siente amado experimenta dentro de sí una fuerza que incrementa su seguridad.
Sentir la confianza de las personas queridas es, no sólo de gran ayuda, sino en muchas ocasiones "vital".
Confiar no significa hacerse de la vista gorda, consentir, ceder. Confiar significa creer en la persona a pesar de que los hechos estén en su contra.
Confiar en alguien implica ser paciente, saber esperar.
¿Cómo podemos infundir confianza en nuestros hijos?. Ayudándoles a que descubran sus cualidades, limitaciones y defectos. Ayudándoles a que desarrollen cualidades, animándoles y aplaudiendo sus logros por pequeños que sean, ayudándoles a que descubran a dónde pueden llevarles sus inclinaciones si no las dominan y sobre todo, haciéndoles sentir nuestro cariño. Para esto necesitamos no sólo paciencia, sino también tiempo.
Lo contrario de la confianza es descargar sobre nuestros hijos nuestro coraje e impaciencia, echar en cara sus torpezas, fallas y malas acciones, sin transmitirles la seguridad que tenemos de que pueden cambiar. El decirles "eres malo" en lugar de "lo que hiciste" es una acción mala.


EXIGIR.


Exigir es un ingrediente esencial del amor. Sólo quién en nombre del amor sabe ser exigente consigo mismo puede exigir por amor a los demás; porque el amor es exigente. Lo es en cada situación humana.
El amor, al que San Pablo dedicó un himno en la Carta a los Corintios, es ciertamente exigente "amor paciente, servicial, comprensivo...".
Amar a los hijos no significa evitarles todo sufrimiento. Amar es buscar el bien para el ser amado en última instancia y no la complacencia momentánea. Es posible que algunas veces por amor a un hijo le generemos una frustración momentánea que en realidad lo prepara para un bien más grande. El amor necesita disciplina.
Citamos a Ignace Lepp, en su libro Psicoanálisis del amor nos dice: "El amor auténtico es el más eficaz creador y promotor de la existencia. Si tantas personas - bien o mejor dotadas - siguen siendo tan mediocres, se debe a menudo, a que nunca han sido amadas con un amor tierno y exigente"
Trascendencia del amor
El amor auténtico vivido en la familia debe alcanzar a la sociedad, la familia debe salir de sí misma y compartir esta vivencia profunda del amor entre ellos que es un reflejo del amor de Dios Padre.
Los Apóstoles comprendieron que el matrimonio y la familia es una verdadera vocación que proviene de Dios, un apostolado, el apostolado de los laicos. Estos ayudan a la transformación de la tierra y a la renovación del mundo, de la creación y de toda la humanidad.
A este respecto el Papa Juan Pablo II en la Carta a las Familias nos dice: "Queridas Familias: vosotras debéis ser también valientes, dispuestas siempre a ser testimonio de la esperanza que tenéis por que ha sido depositada en vuestro corazón por el Buen Pastor mediante el Evangelio. Debéis estar dispuestas a seguir a Cristo hacia aquellos pastos que dan la vida y que Él mismo ha preparado con el misterio pascual de su muerte y resurrección."


El amor en la familia tiene dos cometidos fundamentales:
1. Enseñar el amor, aprender a amar. Revelar, custodiar y comunicar el amor, y proyectarlo a la sociedad.
2. Ayudar a cada uno de sus miembros, especialmente a los hijos, a que desarrollen todas sus potencialidades, que lleguen lo más cerca posible, a lo que deben llegar a ser, que alcancen la vocación a la que han sido llamados por su Creador.

Fuente ACI prensa

domingo, 19 de octubre de 2008

lunes, 13 de octubre de 2008

Diez razones para tener otro hijo



Autor: Steve Mosher

Steve Mosher, experto en demografía y presidente del Population Research Institute, publicó un artículo en el que da a los cristianos diez razones para pensar seriamente en la posibilidad de tener más hijos que el promedio actual. Aquí se condensan.

1. Tener otro hijo, permite unirse a Dios en la creación de un alma inmortal». «Los padres tienen la oportunidad increíble de asistir a Dios en la creación de un alma inmortal y, como lo dijera el cardenal Mindszenty, ni los ángeles recibieron tal gracia.


2. Un nuevo hijo trae alegría a la vida. Uno se maravilla ante la perfección de ese pequeño ser y de la facilidad con la que uno lo ama. Uno queda encantado con cada pequeño aspecto de su apariencia. El color del cabello, la forma de la nariz, su sonrisa.


3. Un nuevo hijo permite crecer en santidad y virtud. Los niños dan la oportunidad de practicar la misericordia corporal y espiritual. Llegan al mundo desnudos y los vestimos, hambrientos y los alimentamos, sedientos y les damos de beber.


4. Los niños son cada vez menos debido a la contracepción y el aborto; segmentos completos de la sociedad se vuelven menos sensibles al gozo y la esperanza que sólo los niños pueden brindar. En este clima, la anticoncepción y el aborto se alimentan a sí mismos.


5. Tener otro hijo da un hermano a los hijos que ya tiene la pareja, y así pueden aprender a compartir, a poner las necesidades de los demás por encima de las propias. La unión entre los hermanos es para toda la vida.


6. Los hijos permiten que en la ancianidad no se esté solo. La gente que tiene hijos no tiene que buscar extraños para que cuiden de ella cuando es anciana. Además, los hijos se convierten en padres de los nietos, y los nietos traen gozo, alegría y risas.


7. Los humanos son bendecidos con los regalos del intelecto y la libertad, y así descubren soluciones creativas a los problemas. Las personas sin hijos deben recordar que el hijo de otros es el médico que les salva la vida, el bombero que ayuda, o el ingeniero del tren.


8. La familias con hijos inyectan la economía. Sin jóvenes que ingresen a la fuerza laboral el sistema de seguridad social falla. Sin niños que asistan al colegio los maestros no tienen empleo. Muchas industrias descansan en negocios de y para niños.


9. Tener un hijo más ayuda a enfrentar la despoblación global adveniente. América no está superpoblada; toda la población del mundo puede vivir en Texas, en casas adecuadas a cada familia. El problema a largo plazo no será por tener muchos niños, sino pocos.


10. Tener un hijo ayuda a poblar el Cielo. El niño que se tiene con generosidad se acepta de Dios y regresará a Él, después de una vida de amor, servicio y obediencia en la Tierra para pasar la eternidad con Dios en el Cielo.


Fuente Church forum

jueves, 9 de octubre de 2008

Día de las madres


Autor: Jorge Enrique Mújica y Pedro Castañera

Este es un gran día en el que contemplamos un misterio, el de una mujer frágil, pequeña y pobre, que eres tú, que es toda mujer a la que se le ha dado el participar como protagonista en la obra de la creación de un nuevo ser, imagen y reflejo del mismo Dios. ¿Quién te ha constituido madre? ¿De qué privilegio gozas que has sido hecha singularísima cooperadora de la vida humana? ¿Qué dignísima nobleza oculta tu cuerpo y tu alma, que toda tu persona se ha transformado en un abrazo cálido a la vida desde el primer instante de su aparición? ¿Qué habrá visto Dios en ti, para que te haya dado esa gracia de ser mamá?.
Algo muy encantador deberás haber tenido para que Dios te haya concedido semejante privilegio. Algo muy noble y puro debe esconderse en las entrañas de tu ser, para que el Señor haya tenido el “atrevimiento” de confiarte esta misión de cocrear con Él.¡No sé dónde está el inicio de este misterio incomprensible! Pensaré tal vez que, porque eres tan tierna y delicada, Dios te concedió el ser madre; que porque tu corazón rebosa pureza y amor, por eso puedes ser revestida de ese título glorioso; que porque eres todo paciencia, dulzura y perdón, has sido escogida para anidar a un nuevo ser en tus entrañas; que porque no se halló una capacidad de abnegación y sufrimiento como la tuya en ninguna parte, por eso te asoció el Dios Creador a su obra, porque eso eres, socia de Dios en la creación de tu hijo. En efecto, de qué otra manera se explica este misterio. Porque eres virtuosa, noble, prudente, fiel, detallista, porque sabes donarte sin límites, sin medida, sin esperar nada a cambio, con generoso silencio, con purísimo amor, por eso dijo Dios: ¡ésta es la que yo estaba necesitando!, ¡ésta es la escogida!, ¡sólo ésta puede ser madre!¿O acaso será de otra manera? ¿O no es verdad que todo hijo tiene derecho a ser recibido en este mundo en un recinto sagrado lleno de ilimitado amor y ese recinto eres tú? ¿No es cierto, que aquél que Dios quiso que existiera necesita el alimento de un corazón así de grande y de maravilloso, y no menos? El Amor con A mayúscula, no se equivoca. Él sabe a quién escoge para llevar adelante su plan. Su gracia para tarea tan inmensa está garantizada. A ti te corresponde meditar como María Santísima, dentro de tu corazón, las cosas grandes que Él ha hecho en ti cuando te hizo madre y corresponder con la donación plena y perfecta.Que eres madre, es un hecho, es una realidad. Que ser madre es un don maravilloso, inmerecido, extraordinario, es también una verdad indiscutible. Entonces la conclusión es que ser madre te obliga. Dios ha querido hacerse íntimo de ti, mujer, por medio del hijo que llevaste en tus entrañas y eso exige de ti una respuesta. Ya no puedes echarte para atrás, el don se ha derramado sobre ti de una manera absoluta, total, avasalladora.No puedes cerrar los ojos, no puedes hacerte la loca quitándole importancia a lo sagrado de tu maternidad, no puedes desentenderte de la responsabilidad que implica ser madre, no puedes hacer trivial lo que es santo, no puedes, no debes ser indiferente frente a todo esto. Por eso, todos los días, una buena madre, sorprendida y confundida por tan gran regalo, debería entregarse a la labor de purificar su corazón, de limpiar su mente, de renovarse por dentro para hacerse digna del don que, por anticipado, Dios ya le entregó. Una mujer que tomara conciencia de lo que el Señor ha hecho con ella, al permitirle ser madre, debería matar dentro de sí toda semilla de mal, de rencor, de crítica, de calumnia, de malos pensamientos y deseos, de vanidad y de orgullo, porque todo eso desdice de su vocación de madre, porque ser madre es dar vida y todo eso trae la muerte no sólo para ella, sino también para su propio hijo y para la sociedad entera, porque ser madre es acoger, comprender y perdonar y esas malas semillas dentro del corazón separan, rompen y condenan; porque hablar de una mamá es hablar de ternura, de cariño que nada conviene con la palabra agria y desconsiderada que, con demasiada frecuencia, sale de nuestra boca; y porque ser madre es tener aguante, es no decaer, es soportar sin límites, lo cual está peleado a muerte con un corazón que sólo se ocupa de sí mismo en mil vanidades. No traiciones lo que ya eres. No ensucies la vocación que sin mérito propio se te dio. No destruyas el tesoro hermoso de tu corazón maternal.El mundo de hoy ha dado culto a la belleza del cuerpo y con eso nos ha querido seducir, pero lo que el mundo necesita son mujeres que destaquen por la hermosura de su alma. No es lo más importante el cuerpo que porta la nueva vida, sino el corazón que la embellece y la santifica. El cordón umbilical se cortó a la hora de dar a luz, pero continuó fortaleciéndose el “cordón cordial”, aquél de trascendental importancia, que ha seguido alimentando el corazón del hijo y que jamás podrá nadie rasgar. Mujer sé lo que tienes que ser. No dejes que nada ni nadie te engañe con sofismas que te alejen de tu grandísima dignidad de madre. Que María Santísima, la Madre del Amor Hermoso, la Madre purísima, te acompañe siempre en esta santa misión de ser madre y te alcance del fruto de sus entrañas, de su Hijo amadísimo Jesús, la gracia de seguir siendo, hasta el día de tu muerte portadora de amor y de vida.


Fuente Catholic net

miércoles, 1 de octubre de 2008

Proteger el hábitat familiar


Noticias de Opinión
Domingo 1 de abril de 2001 Publicado en edición impresa

EL deterioro creciente de la convivencia social -por diferentes factores, entre los cuales se cuentan el aumento de la inseguridad y el desplazamiento de la delincuencia a edades cada vez más tempranas- conforma una realidad a la que ningún sector de la vida argentina puede considerarse hoy ajeno. No siempre se analizan con la debida atención las causas profundas que están detrás de ese fenómeno negativo e inquietante.
Identificar tales causas no es tarea simple. Pero hay un punto, sin embargo, en el que se advierten sintomáticas coincidencias en múltiples sectores de la comunidad, y es en el reconocimiento de que uno de los factores más poderosos en ese proceso de degradación es el deterioro de la célula social básica: la familia.
Un estudio interdisciplinario realizado por el Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral permitió arribar, en octubre del año anterior, a conclusiones altamente reveladoras en ese sentido. Sobre la base de un sondeo probabilístico y diversificado que abarcó 1257 casos, tomados sobre una población mayor de 17 años, se pudo establecer que para el 77 por ciento de los encuestados -lo que equivale a ocho de cada diez argentinos- la familia constituye el principal fundamento de la vida social.
Sin duda existen hoy políticas sociales para combatir los fenómenos que en mayor medida atentan contra la estabilidad de ese valor central de la organización comunitaria, tales como la violencia familiar, la drogadicción, el alcoholismo o las tendencias antisociales de cierta juventud.
Sin embargo, es evidente que sigue faltando en la Argentina una política familiar orgánica e integral, cuyo objetivo no sea únicamente remediar males, sino también promover bienes o desarrollar valores que ayuden a los miembros del núcleo social básico a acceder a niveles mínimos de seguridad económica y, consecuentemente, a alcanzar un crecimiento grupal e individual satisfactorio.
La familia -basada en los lazos de la sangre o del afecto- es una realidad humana y social insoslayable, cuyo fin es el desarrollo personal de cada uno de sus miembros, pero también es la célula biológica, moral y cultural de un país, y, por lo tanto, se proyecta al plano institucional e impone responsabilidades delicadas a quienes ejercen el gobierno de una sociedad.
El interés público por la familia no tiene fundamento en las relaciones de carácter afectivo o sentimental que suelen caracterizarla (del mismo modo que no le atañen a la autoridad otras relaciones de ese tipo moralmente relevantes, como la amistad). La familia se instala como un valor de interés social por la función irreemplazable que suele desempeñar en la salud física y psíquica de la población y en la educación de los ciudadanos, aspectos todos determinantes -en definitiva- de la calidad de vida de una comunidad. No hay ninguna organización pública ni privada que preste servicios humanizadores y socializantes con la eficacia y la economía de recursos con que lo hace normalmente una familia bien articulada.
En las últimas décadas del siglo XX los argentinos empezamos a tomar conciencia de la necesidad de proteger nuestro hábitat físico. A comienzos del siglo XXI afrontamos un nuevo desafío: trabajar en la protección real y concreta de ese importante hábitat espiritual: la familia.
Se abre así, en nuestro país, un nuevo tema de encuentro para los argentinos: el de la ecología humana familiar, que conforma el concepto integral de ecología desde el que cabe interpretar la teoría del desarrollo sustentable, consensuada por la comunidad internacional en 1992.
Las macropolíticas educacionales, laborales, civiles, tributarias, asistenciales, urbanísticas, arquitectónicas, económicas y sanitarias no pueden tener una actitud ecológica neutral. Deben promover, proteger, ayudar y facilitar la constitución y el mantenimiento del núcleo básico de la sociedad.
El diseño de una política familiar que facilite a los argentinos la vida familiar es una de las respuestas centrales al deterioro creciente de nuestro tejido social.

Forzar la esterilidad es la mayor injusticia


Por Cristián Conen Especial para La Nación
Noticias de Información general

Domingo 11 de junio de 2000 Publicado en edición impresa

El dictamen de mayoría de la ley de salud reproductiva y procreación responsable propone, entre otras cosas, informar, asesorar, prescribir, colocar y suministrar anticonceptivos.
Si bien no se menciona expresamente la inclusión de anticonceptivos de efecto abortivo, no se precisa el concepto de abortivo. La implantación del embrión en el útero, y no el momento de la concepción, es considerado por muchos propulsores de leyes de salud en la Argentina y en otros países como el comienzo de la vida humana.
Es evidente que, con dicha manipulación conceptual sin fundamento científico, el dispositivo intrauterino o la llamada píldora del día después, no son considerados abortivos para la ley, cuando científicamente lo son.
El proyecto de la mayoría también habla de informar y distribuir contraceptivos a todas las personas en edad fértil, incluidos los menores, sin tener en cuenta el parecer de los padres, lo cual resulta violatorio del régimen de patria potestad contemplado en el Código Civil y en la convención sobre los derechos del niño de la ONU, incorporada a nuestra Constitución nacional.
Esto alienta y promueve una conducta de promiscuidad sexual entre los jóvenes que está generando un aumento del aborto y del SIDA. Ningún método anticonceptivo es totalmente seguro para evitar embarazos y eliminar el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual.
El llamado sexo seguro es falso. Por ejemplo, el preservativo reconoce de un 15 a un 20 por ciento de error, especialmente cuando es usado por adolescentes. Si consideramos que el virus del SIDA es 500 veces más chico que el espermatozoide, puede deducirse el riesgo a que se exponen los jóvenes al usar preservativos que se le promueven.
Por razones comerciales se silencian habitualmente los efectos secundarios perjudiciales en la salud de la mujer de la mayoría de los anticonceptivos y, en cambio, no se educa en el método natural sintotérmico de identificación de la fertilidad, que reconoce el 99,60% de efectividad (mayor que el DIU, los condones, el diafragma y la píldora), es gratis y no tiene efectos secundarios en la salud de la mujer.
La norma por tratarse quiere reconocer y sancionar como derechos reproductivos la libre decisión de la mujer sobre sus deseos y necesidades en materia de sexualidad y reproducción, abriendo así la posibilidad a una futura despenalización del aborto, mediante la estrategia de la "educación para la salud", para lograr la aceptación de las conductas propuestas.
Se trata de perjudicar a los sectores más necesitados induciéndolos a la anticoncepción. Privar de hijos a esos sectores es privar a los padres de contar con su ayuda y apoyo cuando llegan a la juventud y cuando los padres no puedan sostenerse a sí mismos. Forzarlos a la esterilidad es la mayor injusticia que se puede cometer. La ley propuesta no es novedad en la Argentina. Son normas que, inspiradas en las erróneas tesis Malthusianas de agotamiento de los recursos naturales por el crecimiento poblacional, son exportadas por las naciones que tienen poblaciones envejecidas e índices de natalidad inferiores al necesario para el recambio generacional.
Como efecto de estas leyes de "salud reproductiva", las naciones en vías de desarrollo están asistiendo a la reducción de sus poblaciones. El problema del tercer mundo es la pobreza, no los pobres. Se trata de reducir la pobreza, no de eliminar a los pobres.
Lo que la Argentina necesita no son leyes de control demográfico, sino una ley de protección integral de la familia desde los ámbitos educativo, tributario y laboral, entre otros.
La educación de la sexualidad como parte de una política familiar es necesaria, pero sus sujetos activos naturales son los padres, no el Gobierno.
La procreación responsable es igualmente necesaria pero decidida en la intimidad del matrimonio, conociendo los métodos naturales, que no dañan la salud, tienen altísima efectividad reconocida por la Organización Mundial de la Salud y son gratuitos, es decir, accesibles a todos.

El autor es director del Instituto de Ciencias para la Familia Universidad Austral